En un excelente comentario a una entrada de mi columna de Junio 7, observador expone 6 puntos importantes. Primero, que yo cometo un error al afirmar que el sistema de cuotas contenido en Kyoto debería ponderar el efecto crecimiento, porque esa ponderación ya existe. Segundo, los Estados Unidos no firman ---dice—porque no gustan de la ponderación. Tercero, que es prioritario encontrar alternativas (no necesariamente bio-combustibles) al consumo de combustibles fósiles. Cuarto, que en la financiación de la investigación en este campo está, quizás, el principal aporte de los países ricos. Quinto, que el desarrollo mismo se ve afectado adversamente por el cambio climático. Sexto, que Colombia no puede poner todos sus huevos en la misma canasta y debe estar atenta a lo que vaya pasando en este tema y tener la flexibilidad de ir adaptándose.
Tiene toda la razón al decir que el sistema de cuotas ya tiene ponderaciones. Cometí una imprecisión y me parece importante para la discusión hacer esta claridad. En lo que si me mantengo es en plantear que cualquier tipo de solución, pero especialmente un esquema como el de Kyoto, es muy costoso en términos de desarrollo económico.
Para defender esta idea, quisiera proponer una tesis muy, pero muy polémica.
Tesis: Si uno tuviera US$50 mil millones para solucionar problemas globales, no debería gastarse un centavo en el tema del calentamiento global. En otras palabras, si bien el calentamiento global causa daño, la relación entre el daño que causa y el costo que implica eliminar (o aliviar) ese daño es mucho más bajo que el asociado a otros líos globales.
Tengo una discusión de muy, pero muy, vieja data con una gran y exigente amiga ambientalista, así que he tenido que estudiar mucho, muchos años, y me complace ver este debate en esta página. Les recomiendo a quienes estén interesados, que consulten el espléndido libro (2004) asociado al llamado Copenhagen Consensus, titulado Global Crises, Global Solutions, editado por Cambridge. Hay un libro más resumido, derivado, que se llama, justamente: How to Spend $50 Billion to Make the World a Better Place. Sobre este librito, dijo el gran lingüista de Harvard, y maravilloso escritor de libros de diseminación científica, Steven Pinker:
The world's staggering problems won't be solved by singing pop songs, denouncing villains, or adopting the proper moral tone, but by figuring out which policies have the best chance of doing the most good. If the world is going to become a better place, it will be because of the kinds of thinking on display in this courageous and fascinating bookEl punto de fondo: ponerle “carne” al tema de las crisis globales y sus soluciones. ¿Cómo? La respuesta es fascinante. Un numeroso equipo de expertos (académicos destacados en muchas áreas) escogió 10 temas, entre muchos más, como los más graves. Obvio, el cambio climático está en ese grupo. Luego, encargar a un experto para que analizara en detalle cada uno de los 10 temas, desde un punto de vista de costos y beneficios. En el tema de cambio climático, el autor es William Cline (Petersen Institute). Aunque la publicación del IPCC de 2007 lo deja un poco obsoleto en algunas partes, el paper es magnífico, tiene una amplia reseña de literatura y produce estimativos serios. En mi opinión, contiene una de las más accesibles discusiones sobre el tema de la tasa de descuento relevante para el análisis, aunque al final introduce una tasa de 1.5% sin muchos argumentos, salvo el más obvio: poner una tasa más razonable (al menos intuitivamente) rebaja demasiado los costos estimados. Cada parte tiene dos artículos de “visión alternativa”. En el tema que no ocupa, se trata de Robert Mendelsohn (Yale) y Alan Manne (entonces en Stanford, el profesor Manne falleció en 2006).
Lo más interesante, sin embargo, es la parte final del libro. Con los 10 papers y los veinte documentos alternativos en la mano, se convoca un panel de 8 economistas (3 de ellos son premios Nobel) para que produzcan una lista de 17 “retos” y sus correspondientes líneas de acción. El Ranking establece 4 categorías de propuestas, desde 4 “Muy Buenas” hasta cuatro “Malas”.
La 4 “muy buenas”: (1) Controlar VIH/SIDA;
(2) Proveer micronutrientes para luchar contra la anemia proveniente de la deficiencia de hierro en la dieta de miles de millones de niños pobres en el mundo.
(3) Liberalizar el comercio internacional para permitir a los países pobres competir en igualdad de condiciones en la provisión global de bienes básicos.
(4) Control de la malaria
Ahora los cuatro “malos”
Ultimo lugar: Un impuesto asociado al valor en riesgo de la emisión de gases con efecto invernadero
Penúltimo lugar: adoptar el protocolo de Kyoto
Antepenúltimo lugar: Crear un impuesto óptimo al uso de combustibles fósiles.
Aqui esta la Tabla.....
2 comentarios:
Excelente artículo y bien documentado, pero la respuesta al cómo superar los problemas del medio ambiente, deberá hacerse de todas maneras y deberá partir de la academía, integrando economistas y ambientalistas, conciliándo sus serias diferencias y perspectivas frente a este problema, que parece ser despreciado por eminentes economistas.
Le agradezco mucho su respuesta detallada e ilustrativa, así como las fuentes y otros vínculos que permiten profundizar el debate. Tengo tres comentarios:
1. Dice usted que “cualquier tipo de solución, pero especialmente un esquema como el de Kyoto, es muy costoso en términos de desarrollo económico”. Sus ejemplos indican que se han hecho cálculos precisos para el caso de Kyoto que sustentan su pesimismo y el de varios otros economistas destacados sobre la efectividad del mismo. Lo que no entiendo es por qué extiende ese pesimismo a “cualquier tipo de solución”. Si se acepta que el calentamiento global no es un fenómeno pasajero y que se origina fundamentalmente en efectos causados por la actividad humana como la hemos conocido a partir de la Revolución Industrial, me parece a mí que de todas maneras existe la imperiosa necesidad de buscar soluciones que: (a) resuelvan el problema detectado y sustentado en la cantidad de evidencia disponible, y (b) sean eficaces en función de los costos. Ello es así pues los estudios (IPCC 2007 y anteriores) sugieren que ni el statu quo, ni mucho menos su agravamiento --si seguimos en lo mismo-- son viables.
2. Aunque la jerarquización surgida del ejercicio académico al que usted alude es muy interesante, se me antoja que presenta un falso dilema, pues el calentamiento global, por un lado, y el SIDA, la malaria, la anemia infantil causada por la falta de micronutrientes, e incluso el agua y el saneamiento, por el otro, no son problemas de la misma índole, como tampoco excluyentes. Me explico: Yo también en principio pensaría que frente a los costos y la dificultad de conseguir y trasplantar con éxito un hígado para conservar y prolongar la vida de un paciente que sufre de cáncer a raíz de una hepatitis C no tratada, y quien además está resfriado, anémico, padece de estreñimiento y tiene infección leve de riñones, es mejor invertir los recursos disponibles en curar éstas cuatro últimas dolencias. En fin de cuentas se trata de males conocidos, frecuentes, puntuales y para los cuales existen remedios sencillos y a la medida. Pero igual el hombre se nos muere pronto si no le hacemos el trasplante de hígado, que es lo que verdaderamente necesita para garantizar las funciones vitales de su organismo.
3. En ese sentido me parece que el problema con el calentamiento global (ciertamente catastrofista e ideologizado, pero relativamente aceptado por todos en sus causas e impactos, mas no en sus salidas) requeriría que se cambien las maneras, y en algunos casos los insumos que se utilizan para producir e intercambiar bienes y servicios, dado que allí radican muchas de sus causas. Creo entonces que lo que nos está haciendo falta no es solamente un análisis costo-beneficio, sino además un ejercicio de pensar cómo se puede propiciar un crecimiento económico que favorezca a un número cada vez mayor de personas sin que siga produciendo los impactos adversos que han dado lugar al calentamiento de la Tierra: he aquí el verdadero desafío.
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